martes, 22 de enero de 2013

El autobús del terror I


Hombreñora (el último hit en travestismo angelino)
Una de las cosas más llamativas y terroríficas de Los Ángeles es su gran extensión. Es una ciudad de proporciones colosales con un tráfico denso y colapsado. Lo cual crea un monstruo... ¡Sus autobuses públicos!

Los pocos días que he estado aquí me han dado para contar historietas para largo, pequeñas, curiosas y de momento, ninguna peligrosa. No he podido sacar fotos de todos esos grandes momentos vividos en esas maravillas de la ingeniería mecánica que carecen de salubridad a cualquier hora del día.

TERROR ALCOHÓLICO

Una de las anécdotas más curiosas fue un día que entró un vagabundo borracho sucio y maloliente. Como no se tenía en pie (dudo que pagara el pasaje) le hicieron levantarse a otro tipo del asiento con aspecto normal, que se mostraba sobresaltado por el motivo. Este hombre ‘normal’ se sentó delante de mí.

Comenzó a hablar en alto sobre el otro demacrado. Luego pasó a comentar los carteles de publicidad de la calle. Desde qué tipo de cerveza era mejor, hasta la hamburguesa más grasienta, todo pasaba por su crítico paladar. Yo estornudé y en ese momento el hombre intentó interactuar conmigo. También con otros pasajeros que le ignoraban. Pasado un rato, cuando el otro individuo que le había quitado el sitio se bajó, empezó a hablar de su familia y que le habían echado de casa. El hombre de aspecto ‘normal’ iba limpio y llevaba un par de mochilas montañeras llenas de cosas. Entre sus utensilios sacó medio a escondidas una botellita de alcohol transparente. Yo juraría que era vodka, pero desgraciadamente, no tuve el valor/testículos/insensatez suficiente para preguntárselo a este buen hombre.

Sin embargo, después de la timidez inicial que había tenido con su botella-petaca, se puso a darle tragos a los ojos de todo el selecto pasaje. Si era un actor buscando trabajo por Hollywood, desde luego era un fenómeno. No creo que fuera agua lo que llevaba la botella por la cara de asco que ponía en cada trago. El hombre presuntamente alcohólico era muy majo. De hecho en un momento dado me ofreció la botella. No sé qué me hizo desechar la oferta, si el horario de las seis de la tarde, la poca gana de beber a morro, que el vodka estaba calentorro o simplemente que mi cuerpo no me pedía ese tipo de bebercio de garrafón sin dosificador.

Si en realidad, el problema de los americanos con la bebida es por el dosificador. Si lo pusieran, sabrían controlarse como hacen cada fin de semana los vascos en la parte antigua de sus ciudades, cuando orinan en las esquinas de edificios centenarios.

Volviendo al tema de mi ‘amigo’ estadounidense y compañero de transporte público, debo volver a señalar qe volví a estornudar y volvió a hacerme un “bleyu”. No sé cómo pudo echar la parienta de casa a un hombre tan educado.

Mi intención era contaros más historietas de bus, pero me he alargado. Así que lo dejo para otra ocasión.

Hasta la siguiente desde West Los Angeles!!

PD: Realmente ya sé que esta historia no da miedo. Pero siempre viene bien dar un poco de emoción al asunto. Habría sido más divertida si llego a beber el vodka y me hubiera convertido en un cyborg asesino. Pero no siempre la realidad supera a la ficción, al menos en California.




























3 comentarios:

  1. Sí que dan de sí las aventuras en LA, pero es verdad que con ese título nos esperábamos (al menos yo) un final más bien poco feliz, jajaja! Ah, lo de los Globos de Oro, me has impresionado! Tanto por estar allí, como por tu alta cultura televisiva y ¿'serial'?. Una brazo

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por los piropos Anita. Alta cultura televisiva? No. Simplemente no tengo ninguna otra otra afición absorbente. Soy un aburrido pseudoseriéfilo. Pero las disfruto la verdad!

      Eliminar