domingo, 14 de abril de 2013

El todo al revés (en la antigua colonia)


Pensemos en cómo se hacen las cosas en el mundo. Cerremos los ojos y visualicemos el planeta. Vamos a darnos un paseo mental por las grandes capitales mundiales, por los puebluchos, por los desiertos. Ya. Abrid los ojos. Aunque bueno, deberíais haberlo hecho antes para seguir leyendo, que esto no es una audioguía de autoayuda aunque lo parezca.

Para ser más guays que el resto de los mortales, los americanos han decidido seguir una estrategia muy clara y hipster a la vez. Hacer todo al revés.

Los BIDONES de leche son de un galón y la gasolina. Y no porque esta nación tan libre haga todo a lo grande (ni que fueran de África, bueno, algunos mandatarios suyos tienen ancestros africanos), sino porque para estas maravillosas personas que hablan en inglés, los litros son algo que aparece en pequeño en las etiquetas. Como lo de las calorías de las cosas, que siempre vienen dos medidas y miramos la pequeña para sentirnos menos cerdos. Y estudian en el colegio las medidas internacionales. Pero es una folclorada, como saberse los riachuelos peninsulares y hacia qué playas llega nuestra orina.

En esta gran nación han decidido tocar las gónadas a los hombres de las medidas estándar en general. Para qué adaptarse a un sistema universal teniendo uno arcaico heredado de su pasado bajo la soberanía británica.

La recogida de basuras es a menudo durante el día. Y a menudo en muchas comunidades, una vez a la semana. Para que fertilice, como el biodiésel. Y reciclar es de mendigos, inmigrantes ilegales o usuarios del autobús urbano. Comen muy orgánico, sus prius híbridos pero lo de usar millones de envases para llevar la comida es su plan. Cortemos árboles para envasar plantitas regadas con agua mineral y heces de caballo.

Lo que más toca la moral a un sureuropeo que viene de un país tercermundista a la nación de las grandes compañías tecnológicas, es que las transferencias bancarias no se llevan mucho. Sí, muchos empleadores continúan usando los cheques. Incluso para pagar legalmente el alquiler de un piso se mandan habitualmente cheques en correo postal. Yo creo que lo hacen para apoyar al servicio postal, que se tiene que recuperar de haber estado patrocinando a deportistas profesionales que corrían en bicicleta con inyecciones y espaguettis.

Por otro lado, lo único que pueden haber hecho los estadounidenses, como gran parte de los mortales (a excepción de los británicos y los japos que también son de dar de comer en un lugar especial) es conducir por la derecha. Sin embargo, para continuar con su tónica de diferenciación respecto del resto de la humanidad, han decidido que en un cruce o stop, pasa el primero que llega. Con la ambigüedad que ello supone. ¿Funciona? A ratos.

Y como seguro que muchos habréis echado en falta más de un hábito curioso, hacédmelo saber. Gracias. Hasta la siguiente desde el Océano Pacífico.

lunes, 8 de abril de 2013

El día del veterano

Bonita alcantarilla con los colores de la bandera gabacha (GLH)
La semana pasada fui a comer por ahí con mi compañero de curro. Un chaval joven americano de origen asiático. Al salir del restaurante, nos cruzamos con un señor mayor que se nos puso a hablar.

Tenía un aspecto desgarbado, pero no parecía el típico mendigo de autobús. Como se estaba dirigiendo a nosotros, mi compañero se paró. En ese momento me miraba a mí, pidiéndome pasta porque era veterano y no tenía con qué comer, afeitarse y cortarse el pelo.  Mi compi no se movía y el tipo se quedó mirándome y contándome que era un hombre sin pasta y necesitaba comer. Yo me intenté hacer el loco, el turista pringao, pero caí que decir que sólo hablo español, es algo totalmente estúpido en Los Ángeles, dónde puedes vivir sin saber inglés. Así que me hice el italiano. Pero el hombre era un gran polígloto. Me dijo en italiano que era un veterano y necesitaba dinero. O se tiró el moco como suelo hacer yo en el país transalpino. Basta decir los verbos en francés agitando las manos con acento de mafioso y ya pareces un espaguetti con pedigrí.

Ante tal esfuerzo de medios, o de chapurrear algo similar al idioma oficial de los hidratos de carbono con tomate, saqué la cartera y le dí un billete. ¡Sí! Un billete. Un derroche. Un dólar. Y el hombre se quedó mirándolo, enseñándolo perplejo. Fueron tres segundos bien tensos. El hombre no daba crédito y mirábamos mientras nos íbamos. Era un poco exagerado. Un momento raro de incertidumbre de sitcom mala. Mientras nos íbamos, el hombre comenzó a decirnos que qué pensábamos que era eso, y le dijo mi compi que soy un pobre becario.  Desde la lejanía, creí entender que le decía a mi compañero que no había ido a la guerra, para salvar a un país y que le decía mierdas racistas. Mi compi se defendió gritándole con fuerza.

VERSIÓN REAL

Sin embargo, todo eso no sucedió así exactamente. Como en toda sitcom de esta era, como How I Met Your Mother, la realidad puede que fuera trastocada en mi cabeza, pues el veterano no es que hablara precisamente con un acento académico.

Mi compi, un americano de verdad me desveló los secretos de la conversación que mi cabeza distraída y peliculara inventó. No hubo racismo. El veterano simplemente nos llamó rácanos, Cheapskate (que suena a modalidad de deporte sobre ruedas), y que su Dios nos iba a castigar con ello. A lo que mi compañero respondió diciendo que Mahoma, Jehová o la deidad que le tocara, le iba a castigar por gilipollas. Y digo yo. Con la de trabajo que tiene, dudo que el ente todopoderoso se vaya a dedicar a estas mierdas.

Qué daño han hecho los subtítulos de The Wire. Ya no pillo las trifulcas del barrio. O será que tengo hecho el oído a los afroamericanos traficantes de droga de Baltimore. No sé. Espero que Dios no me castigue por ello. Mientras espero el castigo, me despido desde la avenida de Corinto, en la ciudad de los angelitos.

¡Hasta la siguiente desde California!