En realidad debería llamar a este post Comidas Guarras Americanas Que Se Encuentran En Los Supermercados (con las mayúsculas que les molan). Pero soy mucho más guay y canalla, por lo que he decidido dejarlo como gancho para salidos y salidas lesbianas.
Llevaba meses deseando hacer esta entrada, puesto que tras medio año en este país, todavía estoy anonadado con la cantidad de marcas y variedades para elegir en los súper.
Sí, detrás hay Oreos de coco.
La primera es la Oreo sabor helado multisabor. Una Oda a la mezcla barroca de sabores entre las mil gamas de esta conocida galleta que hay disponibles para el mercado estadounidense.
Recién llegados de Ostia, el puerto de Roma
Los típicos ostiones ahumados. Con olor a humo. Fresquitos en lata para consumir en cualquier cóctel que preceda a unos buenos Ferrero Rocher.
Tamaño americano
Barritas energéticas Pay Day (Día de cobros). Se ve que les mola recordarle al estómago que van a comer caliente esos días.
La cara del logo del niño lo dice todo
Los auténticos y registrados potitos Gerber de macarrones con queso. Propongo llevar más allá la propuesta y hacerlos de hamburguesa, con pepinillos y todo. Y en la península ibérica, de fideuá.
Pollo a la mostaza? no, mostaza al pollo
Mostaza Chipotle. Los puristas se pegarían un tiro. Los guarros encantados. Conozco a un americano al que le pega. Mezcla alubias con macarrones con queso y lo mete dentro de una hamburguesa. Grotesco.
Arroz de crisis
Spanish rice. Los valencianos pueden estar contentos, no lo llaman paella. Puede llevar cebolla y mierdas que para ellos no les afecta lo que cocine un tipo con lo que sea. Mientras no lo llamen paella. La de gente que meterían en la cárcel en toda España por llamar paella los valencianos y en cambio por robar trajes, no les da la gana. Pobres nanos.
Yo soy de Colacao fibras
Nesquik para niñas. Rosa. Canalla.
Y como seguro que a alguno le surge la duda, no he probado ninguna de las mierdas que salen. Un beso. Gracias.
Hasta la siguiente intoxicación alimentaria desde CA!
Llevaba
un rato esperando para ir a cenar en una terraza angelina en la zona de
Westwood tomando una fresca y mal tirada (como siempre en este país)
cerveza de trigo. Miraba pasar a la gente que iba y salía de unos
típicos cines que hay allí, dónde suelen hacer grandes estrenos de la
maquinaria de Hollywood.
Había
quedado en diez minutos y sólamente me faltaba un sorbo para acabar mi
consumición. Entonces llegó un hombre mayor se acercó con intensa opción
de venderme algo. Llevaba traje claro y aparentaba unos 60 y pico años.
Al empezar a hablarme ya veía que me quería vender algo. En un primer
momento al principio me ofreció libro de historia de su vida. Su título
era Un americano nacido en Irak.
Me
explicaba que él era egipcio y cómo había vivido su llegada a América
pasando por Europa, pues había estado en España, en Alemania y cómo
había acabado teniendo una vida provechosa en la tierra del tío Sam.
Empecé a ver que el libro tenía letra muy gorda, como para niños
pequeños o miopes vagos. Al final del relato, había unas hojas nobles
con unas fotos a color de carácter costumbrista. Según el vendedor de
libro, me decía que era lo que más te gustaba la gente del libro.
También fardaba de haber vendido 15.000 ejemplares de su obra maestra.
Por
otro lado, no acababa de entender cuál era el mensaje del hombre que
quería vender entonces le pregunté de qué religión era y me
dijo que mormón. Qué ganas tenía yo de conocer un mormón desde hace
varios años. Tanto leyendo en la Wikipedia, preguntando en chats
mormones o viendo un par de temporadas de Big Love de la HBO. Era mi
ocasión de oro para exprimir al máximo la sabiduría de un mormón de
verdad.
Todos
los días en el bus de la muerte, paso en Santa Mónica boulevard delante
de un templo mormón enorme. A todo el mundo le pica la curiosidad saber
qué hay dentro, pero todavía no he conocido a nadie que haya logrado
penetrar en las instalaciones. En principio, sólo pueden entrar los
miembros de esa religión. Como el buen hombre
Iraquí-egipcio-americano-mormón-exmusulmán me quería vender el libro a
toda costa, le propuse que si al comprar el libro, él me dejaría entrar
en el templo-iglesia. Nanai. Me dijo que tenía que ser al menos durante
un año un buen mormón para conocer ese paraíso espiritual.
Ese lugar de misterio mormón al que sólo acceden los elegidos
Como
veía imposible entrar, le pregunté qué había tan interesante en el lugar si
en realidad Dios es omnipresente para su religión. Me respondió que
tenía razón pero que no podía ir y que simplemente había cosas
maravillosas que era incapaz de describir.
Tras
un buen rato hablando sobre sus prohibiciones: alcohol, café, tabaco o
té, que son dañinas para el organismo, el mormón me dijo que me veía con
cara de volverme mormón. Yo le dije que quizá. Que estoy en realidad
buscando la religión verdadera y que me diera grandes razones para
convencerme puesto que me iba a quitar la cerveza. Iba a ser muy feliz y
conocer una muchacha mormona en el templo según él.
Al igual que la mayoría de credos homófobos, le pregunté si era posible ser gay y ser admitido.
Me dijo que no, que eso era del demonio y me aseguró que con la ayuda
de la iglesia se puede reconducir. Luego tuvimos una discusión histórica
sobre la homosexualidad y dónde el octogenario negaba que a Alejandro
Magno le gustaran más los espartanos que las espartanas.
Durante
la discusión “teológica” el hombre fue bajando el precio de su libro
desde 20 pavos verdes a 10. El hombre tenía otros dos libros más
bastante menos comerciales sobre la misa mormona y Abraham. En realidad
lo que quería es vender el libro y que con ello hacer proselitismo
pagado. Uno de sus capítulos interesantes, que no me quiso espoilear era
cómo se había transformado de musulmán a mormón. El destino quería que
el hombre fuese a abstemio. Pero no polígamo, que sólo lo hacen
comunidades en Utah fuera de la iglesia mormona oficial.
Al
final, el hombre me dijo que si me casaba con una mormona me mandaría
los libros a Europa, para que se conociesen sus vivencias. Como me
aseguró que no son muy golfas y no las puedes devolver con el tíket de
compra antes del matrimonio, no encontré absolutamente ningún punto
positivo para unirme a este credo. Ni un paraíso con vírgenes, ni beber
cerveza, ni tomar Nestea. Hacerse mormón de momento no es lo mío, ni
siquiera con un libro gratis. Al acabar la media hora de conversación el
señor octogenario se pue con su propio pie, encorvado, con una energía
que ya me gustaría tener yo a su edad.
Por
si a alguno le han dado ganas de volverse mormón, comprar esos libros o
simplemente le pica la curiosidad de cómo puede ser ese señor, he
encontrado un vídeo en Youtube en el que curiosamente, publicita su
libro.
Hasta la siguiente conversión de credo desde California!!!
Hay algunas cositas que se podrían poner en práctica en España con el fin de que la vida fuera mejor.
1.Agua de grifo:
Que
te den agua de grifo sin poner malas caras y a veces sin preguntar en
los restaurantes de hostelería, es algo que no se da en la península
ibérica.
2.Tarjeta en todos lados.
Se
puede usar tarjetas (diferencian mucho el débito y el crédito) para
pagar todo, a no ser que se especifique. En ese caso, tienen un cajero
con comisión al lado. Además, en muchos sitios se está implantando el
pago con tarjeta asociada al móvil. La primera vez que lo hice, probablemente me sentí el
más cool de la zona. Y los camareros no te escupen a la cara si vas a
cenar cuatro y pides dividir entre cuatro
3.Cosas segunda mano.
Es
cierto que aquí tienen un consumismo bastante importante. Pero lo
mejor, es que se acostumbra a dar una segunda vida a las cosas
4.Netflix
Si, pagar por ver la tele probablemente sea uno de los grandes placeres de este país.
Y
lo reproduce el iPad, la play, el móvil y casi hasta el horno. Va
genial. Tiene mierda suficiente para no salir de casa en varias décadas.
House of Cards, buena mierda salida de Netflix
5.Variedad supermercado
Hay
una cantidad de cosas brutal. A mí algunas veces me cuesta decidirme
entre las múltiples opciones que te ofrecen. Las 30 primeras veces es
abrumador, divertido y estresante. Mil tipos de cereales, mil tipos de
galletas, mil tipos de leche. Pero la nata... Nata no se dice ‘nat’ ni
‘cream’ en inglés!
6.Hacen las calles fáciles
En
general, como no tuvieron ni romanos, ni mierdas medievales ni nada
construído hasta hace antes de ayer, no se complicaron. Calle para
arriba, calle que cruza, calle para abajo, calle que cruza. Orientarse
es asquerosamente fácil. Y a veces les ponen números en orden para que
la gente no se pierda.
7.Cambios automáticos
Se dejan de chorradas de meter marchas. El que quiere se las pone. Y el resto a conducir un auto de choque caro.
8.Te dan pasta por reciclar
Una medida que hace que la gente se lo tome en serio. Al menos los que quieren los centimillos.
9.Cocina de nacionalidades
Aquí
(sobre todo en las grandes ciudades), es acojonantemente complicado no
encontrar millones de restaurantes étnicos en cada esquina. A parte de
los populares chinos (que no son iguales) y pizzerías, aquí el tailandés
es ultrapopular, así como el coreano, o el japonés (en todas sus
vertientes). De esos hay de todos. Pero luego te puedes encontrar con
salvadoreños, etíopes, cubanos, indonesios, iranís, indios, vietnamitas o
peruanos. Ah y tienen mexicanos auténticos, esos son difíciles de no
ver.
T'ipicos bocatas de tallarines de Little Tokyo. No los he probado.
10.Usar el verbo Googlear
En
lugar de decir que voy a buscar algo en Internet, con el consiguiente
gasto de saliva y energía, voy a Googlear a Paquirrín, para saber si es
del 85 o del 84. Su lenguaje es ahorrador, su economía va mejor.