viernes, 6 de septiembre de 2013

Guarras americanas II

Como bien sabe todo el mundo, EEUU fue fundado por puritanos. Por ello probablemente con el paso del tiempo se ha dado la vuelta a la tortilla (omelette en estos lares, tortilla es una masa para hacer burritos), y se les ha ido de las manos.

En todos los sentidos. Les encanta la moqueta. Aunque no son tan ingeniosos como los británicos de ponerla en el cuarto de baño. Una guarrada anglosajona en toda regla. Como las fregonas sin escurridor, que son la tónica general en este lugar.

Pero como en mi anterior post, voy a hablar de las comidas guarras americanas. Las verdaderas guarras de este país.

Se dice que Europa está siendo americanizada, que se pierden las costumbres. Lo dudo. Este verano he podido estar en supermercados de 3 países Schengen: Spain, France y Norway, dónde no tiene nada que ver con los gustos alimenticios que se tienen en este país. Señores, a pesar de que cada vez las culturas se van haciendo más neutras, la tortilla envasada, el pato confitado o el salmón a cascoporro, son ejemplos de comidas que cada país tiene y tendrá. Dicho queda.

Después de tanta paja, llega la mierda. En sólo una semana he encontrado los siguientes elementos dignos de mención:

EL VODKA DE CUPCAKE: 

Si ya las magdalenas pintadas deberían ser algo para dar de comer a gente en psiquiátricos, llega a todas las barras americanas el licor más empalagoso. Un vodka de Cupcake. Para cursis, invertidos sin glándulas salivales o gente que desea morir por un coma etílico. Lo empiezan a recomendar en las reuniones de alcohólicos anónimos. Si lo bebes, no vuelves a ingerir una gota de alcohol en tu vida.  

Pero si ves que tu vida no tiene sentido, puedes optar por lo siguiente:
Sobredosis de azúcar con una docena de cupcakes de Hello Kitty (o de Dora la exploradora) regados con el vodka cupcake. Jamás lo he probado, pero la ciencia dice que eso mataría hasta a un bisonte.
 
Beodo de cursileria

 

 LA SOPA HAMBURGUESA/ FAJITA

 Después de la sopa de letras, de números y de Pokemon, la industria de la comida preparada tenía un gran reto para seguir avanzando. Sus departamentos de I+D, cansados de poner al pollo más condimentos decidieron dar un paso hacia la conquista de las despensas americanas. Han creado la sopa que "vale como una comida".

Pues sí. sopa de pollo estilo quesadilla o de hamburguesa con queso. Guarro no, lo siguiente. Felicito desde aquí a los cocineros investigadores de Campbell. Desde que Andy Warholl les hiciera famosos, han tenido que ir superándose. ¿Podría ser acaso una nueva versión postmoderna del PopArt? ¿Está inspirado en las deconstrucciones de Ferrán Adriá? ¿Pueden comerla los perros?
Sopita ligera para cenar antes de dormir

CROQUETAS MAC & CHEESE

Es cierto que en la península ibérica se ha llegado a un barroquismo absoluto en el tema croquetil. De ser un plato gañán y mal pronunciado en la mayor parte de la geografía, se ha ido refinando un gran concepto, poníendolas en platos cuadrados y rellenándolas de lo que les salia de los frigoríficos a los cocineros.

Pero no. Hay cosas que no valen. Como me decía una amiga en Instagram, todavía no las hacemos de macarrones con chorizo. Menos mal. Pero aquí han querido experimentar con texturas, como con la sopa. En realidad hacer guarradas con los macarrones con queso americanos es algo bastante típico. Mi colega el Richie, del que ya escribí hace un tiempo, iba a una tasca y se pedía los macarrones con queso con alubias. El siguiente paso está claro, la guarrindongada es la croqueta con esa masa. 

Y encima de marca blanca.

Sean felices y coman perdices. Hasta la siguiente desde el país de la cocina fusión!!











domingo, 1 de septiembre de 2013

La Odisea LAGONfidential (el karma castiga las mentiras)

La vuelta de LAGONfidential al gran estado de California no ha sido la más fácil. Hasta la fecha, nunca había tenido ningún problema con los aviones. El karma ha decidido castigarme por haber pasado demasiado buen verano seguramente o por un pequeño giro del destino.

Tras ir de empalmada a la gran T4 con mis amables progenitores, cogí mi primer vuelo con destino a Heathrow, el aeropuerto bueno de Londres. Toda la Odisea comenzó cuando mentí, nada más montarme en el avión. La amable azafata me preguntó si me podía cambiar mi preciado sitio de ventana (que con gran alegría había seleccionado el último desde el autocheckin de Iberia) para sentarme en un bonito pasillo y así poder juntar a una pobre familia que habría llegado tarde al aeropuerto y me deseaban fastidiar la existencia durante las dos horas largas del trayecto. Sin embargo, mi condición de alavés, falso y cortés, hizo que saliera de mí un incivismo mentiroso. Le dije a la azafata que necesitaba ventana, que si no me iba a marear. (como si pudiera abrirla para tomar el fresco).

Una mentira cruel, todo por ver unas vistas aéreas de un par de ciudades y poder apoyarme en la pared, desencadenó el resto de trágicas consecuencias.

Primero el comandante de la aerolínea española informó que los amables gabachos saboteaban su espacio aéreo (o algún tecnicismo similar) para que tardáramos 10 minutos más de la cuenta. Luego, que si los Londinenses no nos dejaban aterrizar.

Con la tontería el vuelo llegó tarde. No sé exactamente cuánto. Pero con tiempo de sobra para volar hasta EEUU. Londres tiene un aeródromo principal bastante gigantesco. El bus entre terminales tardó más de 20 minutos y sin salir de zonas de seguridad.

Con algo más de una hora de margen fui al mostrador de Virgin para que me dieran mi tarjeta de embarque, pues mi maleta azul (una reliquia con ruedas que lleva conmigo más de una década) ya había sido facturada con rumbo a LAX (el aeropuerto angelino) desde Madrid.

Pues no. Me preguntaron que porqué no había ido antes. Les respondí que porque no me dejaban de volar del avión en marcha (o alguna contestación similar menos borde y con menos gracia). La azafata me ofreció irme a NY, una gran ciudad, pero que tiene un pequeño fallo. Se encuentra en el océano opuesto a Los Ángeles, que se supone que da nombre a esta bitácora. Me dijeron que al día siguiente había otro vuelo a mi destino, al cual acabaría yendo varias horas después.

Con el wifi londinense escribí desesperado quejándome de mi situación. Me trasladé a la otra lejana terminal comiendo un rico bocadillo de jamón preparado en la península ibérica y me fui a British-Iberia a pedir un hotel. Me lo dieron. Y un kit de supervivencia con cosas de aseo y una camiseta blanca de mi talla.

En la espera del bus hacia mi hotel, contacté con un amigo vitoriano que habita en la ciudad. Tenía que haber ido directamente con él, pero las necesidades biológicas y la sensación de haber malgastado el tiempo por el hotel, me hicieron ir hacia el establecimiento.

Allí me pegué una de las mejores duchas de mi vida. En el hotel más cutre que he visitado en años (casi, hubo otro peor en EEUU con quemaduras en las sábanas) con wifi por dos libras cada media hora. En realidad me apetecía un montón ir a verle y dar un voltio por ahí así que volví al aeropuerto y cogí un tren hacia el centro y después un metro (ojo de la cara ambos). Llegué a Notting Hill, donde me esperaban dos vitorianos con sus colegas bebiendo en la calle de buen rollo.

Había más españoles que en la puerta del sol en Nochevieja. Buen rollo, mucha gente beoda, muchas guiris con aspecto de facilonas y sonrosadas (había olvidado el horterismo inglés y su golfismo).

Resulta que justo llegué durante los carnavales del barrio, los que salen en la ‘adorable’ película de Julia Roberts y Hugh Grant. Ambientazo.

La estampa era surrealista. Yo con mi mochilita de mano tomando una lata en Londres mientras la cabeza estaba sobrevolando Michigan. Conocí a un costamarfileño absolutamente crack que se había impregnado de chocolate (y se le distinguía en la piel) en una de las carrozas, que nos llevó a su residencia que compartía con un marroquí.

De ahí y todavía con la mente en las nubes, cogimos un mítico bus rojo de dos pisos para ir a la casa vitoriana en frente del estado del Chelsea. Cenamos y dormí en una colchoneta. Como Dios. El moreno también se quedó dormido. Le hubiera ofrecido colchoneta, pero ya iba por la quinta fase Rem.

Por la mañana, volví al aeropuerto, cogí el vuelo. Comí pollo korma a miles de metros sobre el suelo (una pincelada de color indio a esta anécdota) y aterricé en el caluroso sur de California sobre las 4 de la tarde.

Pasé la aduana sin problemas y justo al esperar la maleta delante de las cintas, oí por megafonía que me llamaban para ir a un sitio. Se puede mejorar mucho el inglés fuera de casa, pero entender lo que dicen por megafonía no lo hago yo ni en Foronda en las dos lenguas oficiales.

Mi maleta no había viajado conmigo. Durmió por la noche en Londres y cuando les dije que la llevaran en mi avión no llegó. Me la iban a mandar por la noche a casa. A las 11 de la noche llamé a la compañía y no la tenían localizada. No dormí muy bien metiéndome cada poco rato a ver si se localizaba. Pero por la tarde un empleado de reparto me dijo que me la llevaba a casa. Sin embargo yo no estaba, ni mis vecinos de confianza. Así que le dije al hombre que me la metiera en la terraza, que vivo en un bajo y no se ve desde fuera.

Me llamó para confirmarme que la entrega había sido perfecta.

Sobre las once y pico de la noche, llegué a casa después de haber tenido algo de vida social con estimados expatridos con los que suelo quedar en la ciudad. La terraza estaba vacía. Vuelco al corazón y al bazo. Y el estómago no porque acababa de cenar. Miro por todo el edificio, le escribo a mi vecino por si había visto algo y me sugiere que mire en la terraza del edificio de enfrente. Subirse era complicado. Saco una foto. Nada. Otra, tampoco. Voy copando todos los ángulos… Y zas! Maleta enfrente de casa. Tuve que hacer malabares para sacarla a pulso con una valla de dos metros y pico. Espectacular. Alivio. Respiración. Fin de la Odisea.

Conclusión: niños, nunca mintáis. Que el karma os puede castigar. No lo recomiendo. Y el karma tiene cosas raras. Incluso a veces la “Karma” se puede ir a dar clase a una universidad americana. Las vueltas que da la vida. Como al pobre Ulises, de Odisea por Grecia.

Hasta la siguiente Odisea!!

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