martes, 26 de noviembre de 2013

4,5 Verdades y mentiras de la ficción en LA

Viviendo en Los Ángeles, la meca de las series y de tantas otras cosas, uno pone a prueba todo lo que ve. Y he hecho una comprobación empírica sobre la ficción y la realidad, cual supera a la otra. La conclusión: debajo de todos estos párrafos de paja, ustedes podrán leer mis sesudas averiguaciones.


BETTER CALL SAUL
VERDAD
Pues sí. Los picapleitos, abogados y demás calaña jurídica se anuncian en autobuses, bancos públicos, carteles luminosos y flyers. Como el venerado Saul Goodman de Breaking Bad, se lanzan al marketing y la publicidad callejera cual vendedores de comida china. Es bastante llamativo que un país dónde tener la carrera de derecho te da acceso a puestos de trabajos bien remunerados, cómo existe un colectivo que se ofrece a pelear en el fango de los descuentos o las indemnizaciones por accidentes.
El 7, el número de la justicia para el señor Younessi


EL SEVEN ELEVEN
VERDAD
Los supermercados en plan pequeños rollo gasolinera, son como en todas las películas. Algunos con la caja protegida con cristales, regentada por un indio mayor, otros son el Badulaque de los Simpsons. Con fresisuis, salchichas bailarinas y todo lo que hemos visto millones de veces en esas series.
También he de reconocer que a veces, una vez cae la noche y entro en estos establecimientos, me siento como en una película. De repente, entra gente con pinta rara, y abrigo (en Los Ángeles no se usa) y tiemblo un poco. Pienso que puede ocultar una pistola y que va a desvalijar de Doritos al establecimiento.




LOS PIRADOS HACIENDO PROSELITISMO
VERDAD
Los hay en las pocas calles peatonales de la ciudad o incluso delante de las universidades. Hay uno que me llama especialmente la atención. Dice que si crees que el cristianismo es una religión, que hables con él. Es una especie de protestante que no cree que sea una religión sino un modo de vida. Canta. Con un inglés maravilloso.
Personalmente he de decir que me repugna el proselitismo. Cada uno que piense lo que crea, pero no amenaces a otro que vas a ir al infierno por comer jamón, dormir los domingos por la mañana o por simplemente comer falos. Aquí los fans de Dios van o con camisetas, con pegatinas en los coches o con gorritos para demostrar que no van a arder porque rezan y profesan los credos que les dieron los elegidos.

LAS PLAYAS
MENTIRA Y VERDAD
Hay series como Los vigilantes de la Playa o Pacific Blue que mostraban una realidad distorsionada de las playas de Santa Mónica y Venice. No todo el mundo tiene un cuerpo de escándalo y le gusta mostrarlo en las arenas del océano Pacífico. Lo que sí tiene parte de verdad es el hecho de que hay miles de personas que hacen deporte en esa zona. Ya sea patinando, en bici o jugando a voley playa. Es bastante cruel jugar un partido en la playa y mirar al grupo de angelinos de toda la vida en la cancha de al lado y sentirte como un pobre pigmeo tratando de jugar al baloncesto al lado de los Globbetrotter.
 
Arena, agua, Santa Mónica. (GLH)

CONCLUSIÓN:
No hay ninguna conclusión. Si has sido tan listo de esquivar todas las letras que me he dedicado a teclear por tu ansiedad como consumista-hedonista, espero que te lleves una gran desilusión. Lo importante está en el viaje, no en el destino. Y la realidad se parece mucho a la ficción. A veces demasiado.

Hasta la siguiente, Feliz Acción de Gracias!!

martes, 12 de noviembre de 2013

Las hamburguesas de Sonia de la Ruta 66

Llevo ya unos cuantos meses hablando de América sin reparar en su mayor contribución al sobrepeso mundial. Las hamburguesas con patatas. Un plato nada desconocido en Europa, dónde se comen como filetes rusos a veces de grasientos que aquí.

El lugar más mítico y auténtico en el que he estado en este país, ha cerrado. No es ni gourmet ni admite florituras. Sonia es la asiática que regentaba un local en mi querido West Hollywood (en frente a una hamburguesería con banderas del arco iris mucho más grande y con mucha más cerveza), dónde uno tenía la sensación de ser teletransportado muchos años atrás.

Carta sencilla. Cuatro cosas. Patatas recién hechas. Siracha (salsa asiática mundialmente conocida pero hecha en el condado de Los Ángeles) y ketchup. Plato de papel personalizado. Cocinadas por un mexicano. La bebida servida por una señora octogenaria que a duras penas se sostiene en pie. Autenticidad a raudales. Fotos de famosos. Incluída en documentales de las hamburgueserías más míticas del país. Colas kilométricas para despedirse de sus encantos los últimos días de octubre.

Irv’s Burguer, con la querida Sonia se despide. Es un momento triste para América. Un momento triste para la humanidad. Volvamos al tupper de lentejas veganas que preparé con esmero hace un mes. Larga vida a los tascones. Larga vida a la ruta 66.

Ese dia llevaba polo verde y jersey marron. (GLH)

Hasta la siguiente desde la triste California!

martes, 5 de noviembre de 2013

MUST: Contactos con la policía

La serie de post mensuales sobre cosas típicas de América que debía de hacer, se ha ido agotando y por las dificultades de ampliar la lista, he tenido que dejarla aparcada. Antes o después tenía que haber hablado con las fuerzas del orden. Desgraciadamente, no hay testimonios gráficos del encuentro.

Foto para ilustrar la escena del modo más realista posible: Asiática neumática en coche panda. (GLH)


Como bien saben los lectores más fieles de esta bitácora, no tengo coche y voy como un mendigo sin carrito por la extensa y más contaminada ciudad de Los Ángeles. Pero debido a diversas circunstancias, por unos días he tenido que alquilar un coche (que es blanco, un color que debería ser prohibido excepto para taxis y ambulancias).


En teoría, casi todas las normas de tráfico en California (porque cada estado tiene su propio código de circulación), son bastante normales, excepto por varios supuestos. Los Stop, que pasa el primero que llegue, los semáforos, que están en la calle de enfrente de la que te tienes que parar y los giros entre calles que se pueden dar casi en cualquier lado. Además el cambio de sentido, en la mayoría de la calzada suele también estar permitido. Pero como buenos europeos, siempre tendremos la sensación de que estamos haciendo una ‘pirula’.


Volviendo al tema, estaba yo en Sunset Boulevard (El crepúsculo de los dioses para los cinéfilos) y deseaba girar a la izquierda. Me pongo. Me pitan. Paso en rojo cuando no pasa nadie. Sudores.


En la siguiente calle se encienden las luces de policía. Me aparto y me paro. Bajo la ventanilla y doy mis papeles del estado opresor español. Todo bien. El hombre, de tez morena me pregunta si sé por qué me ha parado y le digo que me vuelvo loco con los cruces a la izquierda y a la derecha. Le explico que me he puesto nervioso porque me pitaban. Entonces me bloqueo. Y explico casi con mímica la bocina. Un lapsus en mi corto vocabulario en guiri (que posteriormente he solucionado) que hizo que el hombre, al ver mi pasaporte en latino, me dijera que se lo podía decir en español.


Bendito Cristobal Colón. Estuvimos hablando en la lengua de Cervantes y de Carmen de Mairena sobre mi percance al volante en Sunset Bvd. De un modo muy didáctico, me estuvo excplicando mis dudas sobre los matices del funcionamiento circulatorio Californiano. Un tío majísimo que instruía en lugar de sancionar al pobre turista europeo.


No sin miedo a que pudiera pasar cualquier cosa, el hombre me dejó marchar al volante de mi bólido blanco. Se quedó esperando un minuto o así por si hacía alguna pirula de las ilegales para ellos. Viva la gente comprensiva. Vivan los tacos, los tamales y las pupusas. Viva.


La conclusión:


Adoro a la policía americana. Después de conducir por LA, la clave es que hagan todo peajes y con ello financien millas y millas de metro. A lo bestia. Mucha gente seguirá pagando un pastizal al día por no mezclarse con la chusma de la clase media que tenemos que usar el transporte público. Amen.


Y aunque ya había tenido contacto con los agentes, nunca les he visto comer donuts ni hurgarse la nariz. Los mitos se desmitifican demasiado rápido.


Hasta la siguiente desde California!!




viernes, 1 de noviembre de 2013

Jalogüin (Halloween en LAGONfidential)

Tras dar la brasa con los disfraces frikis de EEUU, debo cumplir con lo prometido: dar cuenta de lo sucedido en la noche de los muertos


West Hollywood, gente con pinturash

A pesar de que a algunos no les haga gracia la parafernalia de esta fecha tan señalada del ‘American Way of Life’, sin duda de las que he vivido hasta la fecha es la más espectacular y cercana a lo que un europeo medio consideraría montárselo bien.

Como os podéis imaginar, las calles residenciales con chaletitos están totalmente decoradas para la ocasión desde hace al menos un mes. Con tumbas en el césped, calabazas a tutiplén y arañas con sus telas puestas a veces con orden y estilo. En otras ocasiones se nota que los niños lo han decorado o simplemente ha sido el marido.

Me hacía ilusión ver a los niños con sus cestitas naranjas limosnear unos dulces. En realidad lo hacen solo en determinadas zonas y hasta entre tiendas de centros comerciales. Van en principio por su cuenta, bajo la atenta mirada a 50 metros de los padres que llevan a los más pequeños.

Una de las historias que más me ha gustado que me han contado un par de americanos sin nada en común, es que la noche de los caramelos en el país de la obesidad, hay algunos malnacidos que pretenden hacer proselitismo de la comida sana. Y en lugar de dar caramelos, dan manzanas o zanahorias. Vamos, como predicar en un Gran Premio de F1 sobre los coches eléctricos o como promocionar retiros espirituales en Salou después de exámenes. Lógicamente, estos insensatos de la zanahoria como aperitivo de Halloween reciben su particular venganza canalla a modo de lanzamiento de papel higiénico u otro modus operandi que esté de moda en la zona.

Tuve la fortuna de ser invitado a una casa a tomar algo antes de ir a la fiesta del día 31. Por diversos motivos, no pude asistir a los pertinentes festejos del finde precedente, que es en realidad, cuando se festeja esta festividad.

Ahora os imaginaréis, una casa con calabazas guays decoradas, cupcakes con motivos tétricos y Cheetos Pandilla (que tienen fantasmas y murciélagos). Nada más lejos de la realidad. Estuvimos un grupo de peninsulares expatriados sin decoración ni ponche pero con vasos rojos y música hortera. Como en casa.

Al rato fuimos a West Hollywood, el municipio invertido de LA, dónde se celebra una especie de Carnaval de Halloween donde cortan las calles y se llena de gente.

La verdad es que no esperaba tal marabunta de gente. Por todos lados, con disfraces divertidos, cutres, currados o con gayumbos enseñando cuerpo. Obviamente empecé a piropear a los maromos más atléticos que se sentían profundamente halagados. Por desgracia, no me devolvían el halago.

Había varios escenarios, con gente bailando y supuestamente bebiendo en la calle. Se bebe más en un recreo de guardería que aquí en la calle. Mucha gente. Mucha peluca. Mucho cuerpo californiano.

De todos modos, las palabras más oídas durante la noche no fueron ni ‘bu’ ni susto, sino “Jodó”. Algo, que podría parecer maño pero era mexicano. Había un tropel de unos 800 o 1.500 puestos callejeros con perritos calientes con cebolla pochándose en cada esquina. Los Hot Dog, que en el estado opresor español venderían birras frescas, tenían precios muy acordes al estilo de los negocios capitalista, en función de la hora, te los ofrecían a 5 o a 2 dólares. con mucha verdura y todos los puestos iguales. Ninguno se arriesgó a probar con otra especialidad como hamburguesas o tacos. El sindicato del ‘Jodó’ lo tiene todo copado.

En conclusión, Halloween es la fiesta americana más auténtica. A falta de acción de gracias que es algo más familiar, sin duda me quedo con esta. El hecho de que hubiera gran cantidad de personas en la calle con buen rollo, me recordó las fiestas multitudinarias europeas.

PD: Todos os preguntaréis de qué demonios me he disfrazado. Me disfracé de cura. Uno, por homenaje a este país lleno de fans de Dios, que tanto proselitismo de sus creencias hacen y dos por West Hollywood, un barrio donde los sacerdotes católicos son especialmente tratados por su escasa contribución a la sobrepoblación mundial (con la consecuente falta de niños).

No. Simplemente lo elegí porque era barato, de los cuatro que quedaban en la tienda de disfraces a última hora y era bastante cómodo.Y me porté bastante bien, no fui irreverente y mostré mis saludos a los seis ó siete Papas disfrazados que me crucé durante la noche.

Para dar otra nota de color a esta ‘crónica’ tan colorida, os debo contar que mientras iba por la calle rumbo a la zona de jarana, nos cruzamos con varios mexicanos que creyeron que era un sacerdote de verdad y se santiguaron. Impresionante.

Hasta la siguiente desde West Hollywood!!