lunes, 8 de abril de 2013

El día del veterano

Bonita alcantarilla con los colores de la bandera gabacha (GLH)
La semana pasada fui a comer por ahí con mi compañero de curro. Un chaval joven americano de origen asiático. Al salir del restaurante, nos cruzamos con un señor mayor que se nos puso a hablar.

Tenía un aspecto desgarbado, pero no parecía el típico mendigo de autobús. Como se estaba dirigiendo a nosotros, mi compañero se paró. En ese momento me miraba a mí, pidiéndome pasta porque era veterano y no tenía con qué comer, afeitarse y cortarse el pelo.  Mi compi no se movía y el tipo se quedó mirándome y contándome que era un hombre sin pasta y necesitaba comer. Yo me intenté hacer el loco, el turista pringao, pero caí que decir que sólo hablo español, es algo totalmente estúpido en Los Ángeles, dónde puedes vivir sin saber inglés. Así que me hice el italiano. Pero el hombre era un gran polígloto. Me dijo en italiano que era un veterano y necesitaba dinero. O se tiró el moco como suelo hacer yo en el país transalpino. Basta decir los verbos en francés agitando las manos con acento de mafioso y ya pareces un espaguetti con pedigrí.

Ante tal esfuerzo de medios, o de chapurrear algo similar al idioma oficial de los hidratos de carbono con tomate, saqué la cartera y le dí un billete. ¡Sí! Un billete. Un derroche. Un dólar. Y el hombre se quedó mirándolo, enseñándolo perplejo. Fueron tres segundos bien tensos. El hombre no daba crédito y mirábamos mientras nos íbamos. Era un poco exagerado. Un momento raro de incertidumbre de sitcom mala. Mientras nos íbamos, el hombre comenzó a decirnos que qué pensábamos que era eso, y le dijo mi compi que soy un pobre becario.  Desde la lejanía, creí entender que le decía a mi compañero que no había ido a la guerra, para salvar a un país y que le decía mierdas racistas. Mi compi se defendió gritándole con fuerza.

VERSIÓN REAL

Sin embargo, todo eso no sucedió así exactamente. Como en toda sitcom de esta era, como How I Met Your Mother, la realidad puede que fuera trastocada en mi cabeza, pues el veterano no es que hablara precisamente con un acento académico.

Mi compi, un americano de verdad me desveló los secretos de la conversación que mi cabeza distraída y peliculara inventó. No hubo racismo. El veterano simplemente nos llamó rácanos, Cheapskate (que suena a modalidad de deporte sobre ruedas), y que su Dios nos iba a castigar con ello. A lo que mi compañero respondió diciendo que Mahoma, Jehová o la deidad que le tocara, le iba a castigar por gilipollas. Y digo yo. Con la de trabajo que tiene, dudo que el ente todopoderoso se vaya a dedicar a estas mierdas.

Qué daño han hecho los subtítulos de The Wire. Ya no pillo las trifulcas del barrio. O será que tengo hecho el oído a los afroamericanos traficantes de droga de Baltimore. No sé. Espero que Dios no me castigue por ello. Mientras espero el castigo, me despido desde la avenida de Corinto, en la ciudad de los angelitos.

¡Hasta la siguiente desde California!


No hay comentarios:

Publicar un comentario