miércoles, 20 de febrero de 2013

El autobús del terror II

El mini Eminem (GL-H)
Los buses de Los Ángeles, pueden ser todo lo asquerosos y malolientes que queråis. Pero sin duda son una fuente inagotable de historias, anécdotas y chascarrillos.

En esta segunda entrega, mucho menos espectacular, quiero dejar detalles de lo vivido en esos carros motorizados.

Una soleada mañana (como si fuera algo raro al sur de California), en la parada empezaron a discutir una pareja de afroamericanos. Entraron conmigo al bus y se sentaron con sus dos hijos cerca de mí. Los niños, preciosos pequeños color chocolate de unos 7 años y gemelos, habían sido vestidos cual rapero molón de la MTV. Con pendientes, gorra y toda la parafernalia del Hip Hop. Sólo les faltaba la ‘cadenaca’ de cuero. Uno de ellos, al ver que no les hacían caso, se puso a llorar. Preguntaban cosas sobre las paradas y el viaje a sus progenitores. Ni puto caso. Eran sin duda malos padres.

Otro día, unos horteras se piropearon mutuamente. La que inició los halagos era una señora de unos 50 palos que llevaba un sombrero como para ir a ver las carreras de caballos pero en negro. El tipo que recibía el cumplido, era un muchacho en la veintena, con unas mallas de leopardo prietas y farda paquete. Además iba peinado a lo Elvis-afro. Típico de las américas liberadas.

Un momento que también me llamó mucho la atención relacionado con la ropa, fue cuando un muchacho de unos veintipocos con muletas y pintas de Eminem color azabache, se dirigió a un señor de mediana edad para ofrecerle comprar su sudadera de publicidad. El chico se encaprichó con la prenda un poco retro y le ofreció 40 turkeys (o pavos en castellano en su defecto) al señor. A pesar de la insistencia del muchacho, que le rogó que le pusiera precio, el hombre de la sudadera, dijo que tenía valor sentimental y no la vendió. No pude ver mi primera transacción espontánea en un bus. Lástima.

Un fin de semana, que tenía que desplazarme por la mañana, me encontré en West Hollywood (el Chueca angelino con pasos de cebras multicolores) con un tropel de drags/travelos que todavía conservaban parte del maquillaje. Aparte de parecer un gallinero el lugar por la cantidad de plumas y el alboroto, se pusieron a comer. Me llamó la atención su dieta: pollo asado a las 10 de la mañana y fresas. Todo muy típico, el desayuno machote: birra y pizza, el invertido: fresas y aves sin plumas. Lo que aprende uno yendo en transporte público.

Muchas veces, no funciona la máquina dónde pagar. Si vas con tarjeta, pagas. Si no. Viaje gratis. Sin embargo, luego cuando un yonki-mendigo-persona rara, no quiere/puede pagar, montan un pollo enorme para que pague. Coherencia.
Señor que hablaba solo

Mi bici en el bus del terror con miedo a conductores asiáticos

1 comentario:

  1. buen post! los autobuses y observar a la gente da para mucho... en cualquier país! Un abrazo

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