domingo, 5 de mayo de 2013

Karaoke


La última noche de despedida de Europa la pasé en un karaoke a orillas del río Zadorra con grandes amigos. Una afición un poco kitsch, que he decidido cultivar también en la antigua colonia de California.

La semana de navidades no tenía muchos planes, conocidos y tras comprarme una bici de segunda mano, descubrí un maravilloso barrio japonés con decenas de restaurantes y tiendas enfocadas a emigrantes del país del sol naciente.

Y allí encontré dos centros del destrozo de la música popular y del ocio entretenido. Dos karaokes con diferencias notables. Uno, es un karaoke normal, en el que apuntas en un papelito la canción que vas a cantar.

A ese fui mis primeras veces. Humillé mi acento, gasté varias vidas de mis cuerdas vocales y lo pasé bien. Hasta te dan aperitivos japoneses. Lo más divertido fue que sacándome una foto con el lugar, conocí a una familia de filipinos de la que ya os he hablado en alguna otra ocasión que me acogieron como uno más. Uno de ellos, me dijo que América, es sólo un sueño, depende de ti que se cumpla. Muy profundo.

Quizá lo más auténtico del lugar, sea su dueño. Un japonés de unos 60 palos con un tupé de Farmatint/Jus for men bastante llamativo y mala hostia. Se paseaba sin hacer nada excepto cuando un grupo de raperillos, con los que todo el local se reía, cogieron una de estas esculturas de cerámica tamaño natural durante su show y se pusieron a hacer el 'gamba' con ella. El dueño, con su camisa hawaiana de manga corta de dudoso gusto, le dijo totalmente indignado a su camarero que fuera corriendo a detener esa tropelía contra su mascota imaginara. Hubiera matado y vendido parte de mi alma por ver la cara del asiático si llegan a romper al perro.

A un par de manzanas de ese antro de la música popular, se ubica el karaoke japo para japoneses. Diferentes salas con tamaños según la demanda, que se alquilan por horas. Celebramos allí un cumpleaños americano y lo pasé bastante bien. Tienes unos bancos acolchados y una gran tele con un sistema profesional de karaoke con sus correspondientes ‘biblias’ repletas de canciones. También está disponible la versión con jeroglíficos en japonés.

Si llevas bebida de fuera, te cobran un extra. En principio no es un bar, sino que ponen a tu disposición bebidas a precio desorbitado. Como la gente suele propasarse, ya te ponen en un papel plastificado cuánto te va a costar si jodes la tele, la mesa y hasta la puerta. Nosotros no fuimos tan gañanes y solamente se nos cayó al suelo una botella de cristal. El amable limpiador del lugar, nos indicó que limpiar cristales implica más propina.

Todos estos karaokes se encuentran en la zona de Little Osaka, lleno de restaurantes y tiendas para japoneses. El supermercado es de lo mejor que he visto nunca pareces teletransportado a otro país por arte de magia. Para los que tengáis curiosidad, os dejo un video de la zona del culpable de mi estancia en LA. Merece la pena.

GLH recibiendo el micro de la presentadora del karaoke filipino


Otros dos karaokes que he conocido en esta ciudad los descubrí gracias a mis colegas filipinos. Hay unos cuantos en toda la ciudad. En una noche estuvimos en dos. El primero, resultó ser una especie de restaurante gigante con un gran escenario. Después de un par de temas en inglés, un cura o simplemente un pesado de origen filipino con ganas de hablar, se puso a dar un speech sobre la religión, a quién votar etc, por parte de la comunidad del país asiático afincada en LA. Yo flipaba en colores. Un tío en mitad de un karaoke sermoneando sin más. Me ofendió el proselitismo y a los filipinos con los que iba también y nos piramos a otro centro del entretenimiento karaokil.

De allí nos fuimos a otro, dónde cenamos aperitivos calientes de la gastronomía de la antigua colonia. Aquí descubrí un antro con bastante ambiente y canciones en tagalo, uno de los idiomas oficiales del país, con fuerte influencia del español en muchas palabras. Lo más llamativo de ese lugar fue que era San Valentín y que la presentadora del karaoke (a la que había que dar un dólar por canción por subir a cantar) era bastante espectacular. Probablemente no se pueda apreciar en el documento grafico que suministro unas líneas más arriba, pero la mujer tenía un busto del tamaño de mi culo o superior. Pondría mi culo y varios millones de pesos filipinos en una apuesta a que la naturaleza no le proporcionó varias partes de su anatomía. 

Y con este breve repaso a mi experiencia en los lugares que más contribuyen a erradicar la sequía en el mundo, me despido otra vez más.

Hasta la siguiente desde CA!!!

1 comentario:

  1. Jajaja! si ya el mundo de los karaokes me parece oscuro y lleno de gente con gustos "especiales", con este post me acabas de demostrar que los japoneses son los reyes del karaoke y se llevan la palma!

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